viernes, 16 de agosto de 2024

VINDICACIÓN DE LA CULTURA UNIVERSAL

 

Santiago de Cali, noviembre 30 de 2002

VINDICACIÓN DE LA CULTURA UNIVERSAL

Diego Tascón

 

María:

Todavía no hace dos semanas que te conozco, pero a pesar del poco tiempo ya me dispongo a reseñarte muy superficialmente algunos libros que te he prometido. Esto constituye un enorme placer para mí, puesto que el manifiesto interés tuyo de aprovechar parte de tus vacaciones leyendo textos que me has permitido seleccionar y proporcionarte me honra no poco. El entusiasmo que me provoca esta actividad se nutre de diversas fuentes. La gracia que me ha sido concedida con tu amistad es la principal sin duda alguna. Tu sincero interés por leer es algo que considero tan sagrado como lo ha sido el mío, por lo cual trato de satisfacerlo igual que si fuera el mío. Pero hay otras fuentes, unas son subjetivas y otras son objetivas. Como los libros proceden de mi biblioteca personal, se impone el que yo he tenido una determinada experiencia con ellos y, más ampliamente, con sus autores. De ahí, que esta circunstancia se preste para que yo intente precisar en palabras dirigidas a ti lo que ha significado para mí esta serie de experiencias de lector. Hay entonces, en el ejercicio de expresar mediante palabras estas experiencias, que actúan en mi aparato psíquico de un modo u otro, pero que aún no he llevado ordenadamente al lenguaje discursivo, tanto una doble motivación como un doble propósito. En cierto modo tú y yo somos los destinatarios de este esfuerzo comunicativo. He hablado de un motivo subjetivo perfectamente justificado, pero también me urge el deseo, luego de diez años de frecuentar estos autores, de rendirles un discreto homenaje, empleando la finalidad que me mueve de dedicarte estos textos, como pretexto para aquello otro, eminentemente personal: honrar, si me es posible, a quienes han estimulado y aliviado mi espíritu. En cierto modo, aunque hace tiempo he superado una influencia (proveniente de ellos) inmune a la crítica, es decir, aunque el influjo que ejercieron sobre mí ha sido saludablemente contrastado con una conciencia clara de sus limitaciones, eso no reduce mi admiración y mi deuda espiritual para con ellos, por el contrario hace engranar perfectamente una especie de mecanismo espiritual que pretende el conocimiento autocrítico, la autonomía ilustrada y el desarrollo integral en busca de la verdad y el bien como sujeto social. Los libros son pertenecientes principalmente a la literatura como placer estético, pero esta forma en estos libros no descuida ni la condición humana ni la condición social, que siempre está en el trasfondo del arte verdadero. Uno no los lee sólo por placer ni por ilustrarse sino también por necesidad, por piedad y respeto. Pero quiero citar a uno de estos autores para expresar mejor la idea con la que prefiero estimar la literatura en general. Se trata de Kafka, quien, a sus veinte años, el 27 de enero de 1904, le escribe a un amigo, rechazando su idea de que la literatura es una cuestión secundaria reductible a una especia de hobby:

“Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo ¿para qué leerlo? ¿Para que nos haga felices, como escribes? Por Dios: lo seríamos igual si no contáramos con ningún libro, y de ser necesario podríamos escribir los libros que necesitamos para ser felices. Por el contrario, necesitamos libros que actúen sobre nosotros como una desgracia que mucho nos aquejara, como la muerte de alguien al que amáramos más que a nosotros mismos, como si fuéramos proscritos condenados a vivir en los bosques lejos de todos los hombres, como un suicidio: un libro debe ser el hacha que rompa la mar congelada en nosotros. Es lo que creo.”

Citado por Luis Izquierdo en «Kafka», Barcanova, 1981, p. 17.

 

Pese a su patetismo juvenil, Kafka se acerca en esta consideración sobre el acto de leer a la seriedad cultural que escapa a las conductas de la sociedad administrada por razones principalmente comerciales, encaminadas a fomentar el entontecimiento intrascendente que se encubre bajo las nociones de hobby, entretenimiento y erudición apática. Luis Izquierdo describe a Franz Kafka muy acertadamente, según mi opinión, cuando dice:

“Atento al corazón de los hombres, y al suyo propio en primer lugar como campo de experimentación, el don extraordinario de Kafka es la capacidad para sintonizar con el proceso colectivo a través de una subjetividad llevada al extremo. Esa subjetividad llega a transformarse en un objeto, hasta el punto de que vale la pena estudiarla como un dato insustituible de la problemática del hombre actual.” (Ibid., p. 29).

 

Pero no he agotado las motivaciones de reseñarte estos libros. Hay una poderosa motivación que se origina en lo objetivo y que consiste en glorificar la posibilidad de oponerme a la cultura de masas en sus diversas y muy actuales vertientes, reafirmando con ello el poder de una cultura universal para el fortalecimiento del sujeto diferenciado, autónomo, inmunizado contra el hechizo de la regresión de masas promovida por el posmodernismo (la cultura como mercancía) y por la cultura como liquidación de lo universal que florece en los movimientos comunitaristas, que como reacción al posmodernismo y a la dictadura del mercado, repliegan a las diversas minorías en una solidaridad aislada que fetichiza sus particularidades y niega lo universal que requiere y merece ser conservado. En cierta forma, con este esfuerzo celebro que todavía sea posible el fortalecimiento del individuo no manipulable a través de las fuentes de la cultura universal. Este motivo es fundamental en la obra de los autores de los libros que te presento junto a esta reflexión. Su estilo, su carácter, su incorruptible postura crítica y su apuesta por el individuo inmune a los hechizos que buscan utilizarlo para fines deplorables, constituyen un vigoroso aliento de esperanza en lo humano. Este tipo de fortalecimiento del individuo en el que invierto esperanzas se opone al individualismo vulgar, que Luis Izquierdo denuncia claramente: “El burgués se proclama individualista, pero como individuo está camino de perderse por su desvinculación de la cultura. Bien porque la desprecia, bien porque acepta o tolera sin que le inquiete la que ve surgiendo en torno, pero, en cualquier caso, desconectado” (Ibid., p. 54).

 

Pero bueno, la circunstancia de que yo pudiera servir de médium entre la cultura universal y una persona de esta época sometida a tantas presiones culturales regresivas, es una buena oportunidad para señalar el decisivo carácter de complementariedad que la cultura universal debe obrar sobre las formas de educación profesional que han llegado a imperar, completamente ajustadas a las innobles razones del mercado laboral en alianza con la reclusión positivista al estrecho ámbito de la superespecialización. Bajo esta noción, en parte necesaria por causa de la excesiva división del trabajo que ha llegado a tomar forma debido a la evolución socioeconómica, la integralidad con la que se pretende corregir el extrañamiento frente al resto del conocimiento resulta insuficiente. Una aproximación a la condición humana universal permitirá superar la atrofia espiritual a que conducen crecientemente todas las instituciones, entre ellas, la educación, que van siendo irremediablemente absorbidas por la dictadura del mercado y deformadas según sus inhumanos intereses, con lo cual neutralizan las potencialidades críticas de los individuos que podrían desaprobar la administración totalitaria del mundo.

 

El creciente poder tras la globalización neoliberal, aspira al conformismo y extrañamiento generalizados para evitar el debate sobre las razones, la justificación o la revocación de su permanencia. En lo que uno es capaz de conocer y comprender está en juego el destino del mundo. La cultura universal no deja olvidar aquellas cosas que incumben a todos los seres humanos, sin importar su raza, creencia o condición social, y, en nombre de una ética superior a las diferencias culturales o antropológicas, llama siempre por el bien de la humanidad en general y por la realización de sueños que nadie honrado desaprobaría.

 

Pero hasta aquí con las motivaciones subjetivas y objetivas, que pueden resultarte extremadamente impersonales y abstractas. de corazón espero no haberte desmotivado con tanta aparente complicación.

 

Lista de siete libros (tachada).

Dos párrafos tachados.

 

Afectuosamente,

D. T.

 

Domingo 8 de diciembre de 2002

 

“Ahora siento, y lo sentía ya por la tarde, un gran deseo de arrancarme escribiendo todo este estado de desasosiego y, así como viene de las profundidades, hundirlo en las profundidades del papel, o bien dejar constancia escrita de un modo que me permitiera incorporar lo escrito íntegramente en mi interior. No se trata de un deseo estético.”

Franz Kafka, Diarios, 8 de diciembre de 1911

 

Quiero citarte un fragmento de «El problema de lo real en el arte moderno», ensayo de Ernst Fischer aparecido en la Revista ECO, enero de 1968, Tomo XVI, No. 3:

 

«En un mundo en donde la conciencia del hombre está en retroceso respecto del ser de las cosas, en que el error de un cerebro electrónico, la más mínima falla mecánica, la tontería o la imprudencia del piloto de un bombardero pueden provocar catástrofes inimaginables, es necesario más que nunca estar informado sobre la realidad. El lenguaje del periodista, el del propagandista, el del político, no bastan para posibilitar una visión clara de la realidad y superar al mismo tiempo ese sentimiento de impotencia tan ampliamente extendido, para convencer a los hombres de que son capaces de transformar el curso del destino. Esta labor exige la intervención del artista, del poeta, del escritor, hace necesaria esa representación y evocación sugestivas de la realidad que constituye la naturaleza del arte. Por muchas que puedan ser las funciones de éste, desde proporcionar una diversión desprovista de mayores consecuencias hasta el logro de ese despertar de nuestro sentido moral que lleva a la toma de conciencia, su función decisiva en nuestra época consiste en ayudarnos a todos a conocer la realidad para transformarla, para que resulte de acuerdo a la medida del hombre. Y mientras más necesario sea enfrentarse a la tendencia que busca desviar el arte del cumplimiento de su función social, más se necesita referirse a su función ética.»

 

Jueves 12 de diciembre de 2002

Debo terminar esta reflexión con las siguientes palabras:

«La literatura está hecha para que la protesta humana sobreviva al naufragio de los destinos individuales»

(Jean Paul Sartre).

 

Un párrafo tachado.

 

Jueves 23 de enero de 2003

He cambiado cinco libros porque aquellos que ahora excluyo están demasiado relacionados con mis síntomas particulares, aunque no dejan de ser universales. Por eso he preferido otros que me parecen más apropiados y cuya selección por mi parte resulta menos errónea.

 

Lista de siete libros (tachada).

 

Febrero 12 de 2003

Había desechado completamente el propósito de entregarte al menos esta reflexión que escribí hace días para ti, pero al hablar contigo sobre los cuentos de Andrés Caicedo que leíste el fin de semana, comprendí que aún no comprendes a Caicedo y no comprendes lo que es el arte, específicamente la literatura que se escribe por una terrible necesidad. Pero este no es un problema de alcance tuyo sino un síntoma de la época, como traté de insinuar al principio de este texto. Es verdad que Caicedo es muy agónico, como lo es Kafka y como lo han sido muchos otros artistas verdaderos. Ya he observado antes el reproche que personas formidables e inteligentes como tú le hacen a artistas como ellos. Sé, finalmente, que eres tan feliz y tan joven, que esos tesoros se protegen naturalmente de las atmósferas intolerables, infelices. El secreto está en ser uno mismo más universal como conciencia, en superar, pese al gozo de ser uno mismo en una favorable situación, la propia contingencia, esa circunstancia de lo que podría o no podría ser, o que podría un día ya no ser. El espíritu humano universal que llevamos en nosotros, y que nos liga a las demás criaturas del mundo, tanto las dichosas como las sufrientes, debe aprender a reconocer el canto que el alma humana entona por la liberación del ser en su más profundo sentido. Ese sufrimiento de los personajes de Caicedo es el reverso de la felicidad que exige para la humanidad. Yo estoy convencido de que no tardarás mucho en comprenderlo, bella hechicera.

 

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